Un trabajo, una habitación y un gato
Con este título, hace unos días se presentó en València el estudio sobre las mujeres en situación de sin hogar que ha realizado Cáritas Española.
La formación del jueves, 27 de abril pasado, estuvo dedicada a la presentación del estudio sobre las mujeres en situación de sin hogar en España atendidas por Cáritas. Fue impartida por Marina Sánchez, responsable del estudio y socióloga del equipo de Estudios y por María Santos, responsable del programa de Personas sin Hogar de Cáritas Española, con las que incidimos en algunos de los puntos de su exposición.
El subtítulo de esta presentación ya sobrecoge. “Un trabajo, una habitación y un gato”. ¿Qué heridas tiene una mujer para que su máxima aspiración sea conseguir un trabajo, sea el que sea, el resguardo de una única habitación y el afecto de un gato?
Marina: Son mujeres que viven en un estado de supervivencia constante. Lo que para otras es una circunstancia normal, para estas mujeres que atendemos en Cáritas se visualiza ese deseo como un logro difícil de alcanzar porque en lo que se piensa, cada día, es en si hoy podré comer o no, por ejemplo. Plantearse generar una dinámica de trabajo con lo que supone el arreglarse, literalmente, para ir a trabajar como un recomponerse, es un primer paso para acceder a los siguientes.
María: Cuando Marina elige esta frase ve, y yo también, que a veces tenemos el tópico de la mujer, en exclusión, pasiva, que lo que quiere es que le “demos” y cuando le preguntamos “y tú, ¿qué quieres?”, lo primero que dicen es “un trabajo”. Y eso dice tantas cosas… Es una cuestión, fuera del prejuicio, de una mujer que quiere valerse por sí misma trabajando; algo que puede parecer pequeño, una habitación, pero que para ellas es muy grande. Es el lugar que les permitirá reconstruirse para poder acceder al trabajo y un afecto que les cree un vínculo.
Conmueve el afecto que buscan. ¿Están tan desengañadas de las personas que han tenido alrededor que desean un gato como único vínculo afectivo?
Maria: Es un vínculo y es importante cuando se trabaja con personas sin hogar porque es realmente con quien tienen la relación afectiva. Hay muchas personas que no quieren entrar a los recursos habitacionales porque supondría abandonar a su mascota. Es una necesidad de afecto y en la mujer en situación de sin hogar también de protección cuando quien las acompaña es uno o varios perros.
Marina: Cuando ellas hablan del gato, y aquí desaparece el elemento de protección, se da un elemento que les hace pensar que “el gato no espera de mí algo que yo no le quiero dar. El gato espera de mí afecto y él me va a dar afecto pero no va a querer dinero de mí, no va a querer mi cuerpo…“. Cuestiones en las que las personas sí que les han fallado.
¿Estas mujeres que forman parte de vuestro estudio sienten, por una parte, una desvinculación afectiva con las personas con las que han convivido y, al mismo tiempo, tienen una gran necesidad de afecto para sobrevivir?
Marina: Muchas veces no han tenido un afecto prolongado o no han tenido una red de apoyo, un sostén, ni siquiera en la familia, que les haya permitido sentir seguridad en torno a otras personas. “La gente me falla, el gato no”. Están muy heridas. Esto se podría llamar como la película “Una historia de violencia”. Nosotras esperábamos encontrar situaciones de violencia en las vivencias de las mujeres sin hogar pero no esperábamos encontrar tanta violencia en la infancia. Tampoco esa narrativa tan usual en ellas de los suicidios. Estamos hablando de violencia estructural.
Este trabajo, ¿cambia vuestra manera de entender las relaciones de familia o de amistad?
María: Cuando una opta por trabajar en Cáritas, por estar al lado de las personas en exclusión, con los derechos vulnerados, te cambia la vida. A lo largo de tu historia esto supone estar en la realidad, viendo, sintiendo y compartiendo, desde otros puntos de vista.
Marina: Te hace relativizar muchas cosas. Si que te tienes que dar tu espacio para que algo te duela pero te das cuenta de que cuando surgen discusiones, opiniones, interpretación de noticias o del mundo, sabes muy poco. Sabes solo una parte de la realidad que deja fuera a las personas en exclusión y trabajar con estas personas te hace abrir la mirada, la mente y los valores para lo cual ya llevas una predisposición. No soy capaz de dejar de hablar de ellas, ni de pensar en ellas como mujeres invisibles y sin voz, cuando soy consciente de que la gente saca el móvil para no verlas. El acento no está en que ellas son o no son, sino en que yo, como parte de la sociedad, no miro. Una vez que tú miras al otro, que conoces esa realidad, que eres parte de esa realidad, te sientes responsable de hacer que eso sea diferente.
Vemos las calles con sus edificios, plazas y jardines, bullendo de personas entre las que muy bien nos confundimos y sin embargo habéis puesto ante nuestros ojos la vida desolada de tantas mujeres que también habitan, invisibles, esas calles.
María: Empeñarnos en conocer esta realidad, comunicarla, estar al lado de las personas, efectivamente parece algo muy pequeño. Yo, es a esto a lo que me he sentido llamada en la vida. Lo que no podemos es no hacerlo. Marina, estudiando esta realidad nos la hace ver en toda su crudeza y yo no acabo de acostumbrarme a una sociedad que no protege ni lo más obvio, ya que son mujeres con un deterioro físico importantísimo. Y aprendemos mucho de ellas. La disposición de mirar la realidad, de estar y de dejarte tocar te cambia y nunca deja de sorprenderte. La empatía con el miedo es lo que más lleva a cambiar respuestas.
Marina: Hay algo muy potente en esta investigación. Cualquier mujer que oye hablar de esto conecta enseguida porque aunque no hayas vivido esos niveles de violencia ni se haya ejercido sobre ti, ese miedo sí que lo has sentido. Sabes lo que es aunque no lo hayas tenido que afrontar como estas mujeres. Es curioso que siempre que se habla de mujeres, de repente las mujeres nos sentimos legitimadas para hablar en espacios que tradicionalmente han llenado más las voces masculinas porque comprendemos muy rápido, muy instintivamente, vivencias que estas mujeres nos han contado.
Habéis contado historias de mujeres víctimas de violencia desde la infancia. ¿Hay esperanza para que estas mujeres puedan llegar a una vida normalizada?
Marina: Sus vidas van a estar muy condicionadas pero hay esperanza. Cualquier vivencia va a estar condicionada para ir en una dirección u otra. Sin embargo, cuando cuento todo esto, es verdad que pesa tanto que te dices que es imposible que puedan seguir caminando; pero ellas tienen fuerza y una gran capacidad de supervivencia. Tienen limitada la imaginación de verse a sí mismas como una mujer en inclusión social, pero eso no quiere decir que no sean capaces de llegar. Nos encontramos con los prejuicios en el ámbito laboral, para encontrar una vivienda, de la sociedad e incluso de la Administración. Se encuentran con una falta de oportunidades que las sitúa en la calle. Si se les echa la culpa de cómo están y dónde están, se cree que nadie tiene ya nada que hacer ahí. Hay que cambiar esa mirada porque lo que cuenta es que todos y todas tengamos un nivel de vida dignos.
Habéis propuesto repensar todo lo que se está haciendo en Cáritas, no conformarnos con hacer las cosas como las hemos hecho siempre.
María: Conocer nos lleva a entender que tenemos que responder. ¿Cómo trabajar mejor con ellas? Nuestro planteamiento ha sido generar el debate y el tiempo de reflexión. Y las respuestas van llegando y tienen repercusión en nuestros recursos.
Marina: Nuestro objetivo con este estudio es mejorar la acción social de Cáritas pero es igual de válido para otras entidades.