Acción social25/09/2020

Traoré Mustafa: «lo he pasado mal pero olvido las cosas malas y cojo las buenas»

En la semana que celebramos la Jornada Mundial del migrante y el refugiado, conocemos la historia de Traoré, que dejó Togo para emprender un proyecto de vida.

La historia de Traoré Mustafa es una entre el océano de historias que pertenecen a personas que no se conforman con la miseria o la muerte y se arriesgan hasta la misma muerte para conseguir una vida digna y en paz.

Traoré tiene veintiocho años y dieciséis hermanos de las dos mujeres de su padre. Su país de origen es Togo, en África del oeste, entre Benín y Ghana. Hace cinco años decidió salir de allí porque veía que no tenía futuro, que no podía emprender ningún proyecto de vida. Allí, dice, podía ir hasta la Universidad pero después no tendría nada porque tienen unos políticos que solo piensan en ellos mismos. Un país, el suyo, cuyo producto es una economía subdesarrollada, dependiente de agricultura y minería rudimentarias. Él tenía en mente llegar a Alemania o Francia porque habla francés e inglés, y esto le podría facilitar las cosas.

Traoré, ¿cómo llegaste a España?

En patera. Salí de mi país y atravesé otros muchos hasta llegar a Marruecos. Yo veía que me hacía mayor, que tenía que ayudar a la familia. Dejé los estudios para aprender un oficio y que mis hermanos pudieran seguir estudiando pero no podía encontrar nada y tomé la decisión. Fue muy duro pero sabiendo lo que pasaba en mi país no podía volver atrás. Volver atrás era encontrarme lo peor. Uno tiene que tirar adelante.

Cundo tomaste esa decisión, ¿sabías lo que estaba pasando en Europa con los migrantes?

No tenía ni idea. Pensaba que en Europa lo encontraríamos todo fácilmente pero cuando llegué lo que encontré fue algo que nadie querría. Llegamos a Almería y la policía primero nos metió en la cárcel, unos días después, al centro de internamiento de Tarifa, dos meses, y  no me gustó cómo tienen tanto tiempo ahí metidas a unas personas sin hacer nada. Yo no perdía el tiempo porque empecé directamente a aprender la lengua. La Cruz Roja de Algeciras me sacó de allí y me propusieron que me quedara porque veían que estaba evolucionando muy bien y me podían ayudar. Yo quería seguir adelante, a València, y ellos me dieron un papel con los nombres de donde debía ir: CAI y Cáritas. En el CAI me dieron un albergue para dos meses que podía renovar y ellos mismos me enviaron a Cáritas. Allí conocí a Vicen, Rosario, Joan, Isa… mucha gente y me ayudaron mucho. Ahora son como una parte de mi familia.

¿Tu familia supo enseguida que estabas en València y que estabas bien?

Sí, porque hablo mucho con ellos, sobre todo con mi madre para que se tranquilice un poquito.

¿Entre tus hermanos ha salido alguno más del país?

No, soy el único.

¿Y qué ocurrió en Cáritas?

Me dieron una habitación con las normas que tenía que seguir. Los compañeros de piso, migrantes como yo, eran muy buenos, compartimos todo juntos. Yo tenía en mi mente el continuar el viaje y les dije que me quería ir en tres o cuatro meses pero me han enseñado que aquí también puedo quedarme y para eso, estudiar, estudiar, estudiar. Es lo que nos dijeron siempre, porque con la lengua uno puede defenderse, pero tenía que tener formación, hacer cursos y si uno ve una cosa que le puede ir, ellos te ayudan a buscar soluciones para poder hacerlo y encontrar trabajo después. Pintura, costura, carretillero, ayuda a personas mayores… Ahora estoy trabajando.

Ayer mismo vimos en las noticias la agresión en un autobús a unos chicos migrantes, ¿te has encontrado tú con estas actuaciones?

He encontrado muchísimas cosas. He estado en un sitio público y te ningunean o preguntas a una persona por un lugar y te mira y se va sin contestar. A mí eso me afectaba pero luego he entendido que es la forma de ser de cada uno y también me he encontrado con muchísima gente buena más que mala. La verdad es que pasarlo mal sí que lo he pasado pero olvido las cosas malas y cojo las buenas, como la gente que me está ayudando, que están cerca de mí. Eso me hace  sentir que tengo que seguir adelante y pensar en ellos.

Háblanos de tu trabajo

Primero conseguí los papeles. Eso fue lo más difícil. Tienes que estar tres años aquí y después buscar un contrato. En ese tiempo, en cualquier momento te puede parar la policía. A mí me pararon una vez y me mandaron a Zapadores, al centro de internamiento. Tuve que firmar una orden de expulsión. Si no me llamaban en seis meses podía seguir aquí. Me llamaron cuando faltaban dos días para los seis meses. Tuve que moverme para conseguir el contrato. Quería olvidar todo lo que había pasado. En Cáritas me dijeron que con la forma en que había estado y sin ningún problema, que lo conseguiría. Ahora ya llevo un año y seis meses con un empleo en Casa Grande, sacando la ropa de los contenedores y clasificándola.

¿Tienes otras expectativas?

Tal como está el país, yo digo que esto es mejor que nada.

¿Tienes pareja?

Sí, pero cada uno vive en su casa. Ella es española y también tiene trabajo. Es muy buena persona. Estamos comprobando si nos llevamos bien para poder compartir. Yo tengo confianza en ella y ella también en mí, pero hay que esperar.

¿Sigues pensando en ir a Francia o Alemania?

Mi objetivo primero es ir a mi país a ver a mi familia. Ya tengo los papeles desde hace dos años y puedo viajar.

Ahora que has conseguido aquí una estabilidad y ves la gente que sigue llegando en pateras, los centros de internamiento, migrantes que viven en asentamientos inhumanos o las devoluciones en caliente, ¿cuál es tu opinión sobre las políticas europeas de migración?

Yo creo que es que nada está bien. Si uno tiene la posibilidad de coger un avión en su país de origen, no lo van a dejar. Ese es el problema. Lo que pensamos nosotros es que se deberían arreglar las cosas en nuestros países, que no hubiera corrupción ni guerras pero la culpa la tiene Europa porque si sale un presidente que lo quiere arreglar todo bien, lo quitan. En Europa ponen los presidentes, no es la gente del pueblo. Ellos ponen a una persona que roba y la mitad de la riqueza se va ahí. Si sale una persona que dice que no, lo matan o lo llevan preso. Mi país es una dictadura total. El padre y el hijo, si no me equivoco, llevan cincuenta y cinco años gobernando así.

¿Qué esperas para tu futuro?

Estoy estudiando. Me han enseñado a ayudar a la gente y creo que yo también puedo hacerlo. Me gustaría conseguir algo y ayudar también a la gente de mi país. Es lo que tengo en mente. 

La historia de Traoré ha llegado a buen puerto. Pendientes quedan las historias de vida que naufragan ante la cerrazón e injusticia de políticas y mentalidades que les niegan el derecho a ser seres humanos, a ganarse la vida.