Samba Diouf: «Me apena todo lo que se ha destruido, las vidas que no volverán…»
Samba llegó a España en patera, hace quince años y hasta hace tres no había conseguido ver regularizada su situación.
Samba Diouf ya conocía Cáritas de Senegal.
Llegó a España en patera, hace quince años y hasta hace tres no ha conseguido ver regularizada su situación. Ha trabajado algo vendiendo en las calles pero, sobre todo, recolectando frutas y hortalizas ecológicas en la huerta valenciana, que es lo que a él le ha gustado siempre.
Nos cuenta Samba que: «Desde 2007 estoy en Valencia, en Alfafar, sin moverme de aquí. Trabajo en una empresa, en la recogida de fruta y verdura. Vivo con mi hijo, mi hermano y mi sobrino, todos familia. Nos podemos pagar el alquiler de la casa con nuestros sueldos. Mi hermano y mi sobrino llevan un año aquí y tienen asilo. Vinieron también en patera. Es un problema gravísimo la patera pero, ¿qué hacemos? Mi hijo, lleva cuatro años, tiene papeles y cuando haga cursos formativos para el arraigo ya podrá trabajar con contrato. Un paisano me decía siempre «Ve a Cáritas, que ayudan a los necesitados» pero como yo estaba trabajando no lo necesitaba».
En su casa, muy humilde, pese al ambiente frío de la humedad, se respira calor de hogar.
«En esa señal, a la derecha, por encima de mi cabeza, es a donde llegó el agua y ahora está todo limpio, las paredes, con atobón, falta enlucirlas y pintar pero tenemos que esperar a que se sequen. El dueño enseguida vino a ver cómo estaba todo y lo está arreglando sin parar. Y quien me llama siempre, casi todos los días, es Cáritas. Aurora, Mª José… «¿Qué necesitas, Samba?».
El primer día vinieron ellos a mi casa y yo no estaba. A mi casa y a todas las casas donde había entrado el agua. Después me llamaron, «¿eres Samba?». Se están preocupando por todo el mundo».
«Yo a Cáritas —nos explica— ya la conocía de Senegal. Hacen mucho por la gente que no puede comer, bueno, como aquí. Allí hay musulmanes, cristianos… y viven todos juntos, en paz. Aquí, ahora, con la DANA, están haciendo mucho, sin parar, todos los días. A nosotros nos han dado nevera, dos bicis para poder ir a trabajar, colchones, comida y una tarjeta para ir a comprar. Es que nos habíamos quedado sin nada».
«Ahora —resume— estamos bien, hemos mejorado, pero los primeros días aquí no se podía estar. Tengo un amigo, Juan, que es de aquí, de Alfafar, que vive ahí enfrente y también está pasando mucho. En los campos que yo trabajo ha entrado mucha agua. Todo está muy mal. Pero tenemos otros campos más lejos que el agua no ha tocado y vamos allí».
Samba es de una familia de pescadores, desde su abuelo. Viven cerca del mar y le conocen muy bien. Él vendía pescado y veía que, año a año, había menos pescado. Pensaba que llegaría el día que aquello no daría para vivir y ahora casi no hay nada.
«La agricultura me gusta mucho más, —afirma—. Todo lo que vendemos es bio. Me ha buscado un jefe de obra para que trabaje en la construcción pero siempre le he dicho que no. Me gusta la huerta y todo lo que da. Recoger fruta y plantar hortalizas».
Y explica su dolor: «Me apena todo lo que se ha destruido, lo que se ha perdido, las vidas que no volverán…».