Rosa Casanova: «Tengo miedo a empezar a trabajar y no poder levantar la cabeza»
Esta valenciana, con un trabajo que no le da para vivir y dos hijos, recibe ayuda de Cáritas Tavernes de la Valldigna.
El acento de Rosa la denuncia como una valenciana de las de toda la vida y la determinación de sus palabras pone de manifiesto el coraje de esta mujer de mediana edad que se ha encontrado con la adversidad con demasiada frecuencia. Divorciada, con un trabajo que no le da para vivir, una hija que está estudiando un ciclo de FP, que vive con ella y un hijo independizado y trabajando, la pandemia la ha abocado a un ERTE. Hasta ahora su hijo y el economato de Cáritas Tavernes de la Valldigna han conseguido salvar el frágil equilibrio de una economía más que insuficiente.
Rosa, ¿qué representa para ti el apoyo de Cáritas?
Los conozco desde hace mucho tiempo. Cuando todavía estaba casada, mi marido perdió el trabajo y ellos me tendieron la mano hasta que de nuevo se puso a trabajar. Después, al divorciarme, mi hijo aun estaba en casa y yo, que gano poco en el autobús escolar, volví a pedirles ayuda. Me dicen que si me hace falta, que no lo dude, que vaya. Voy al economato porque me gusta pagar lo que me llevo. Si no tengo dinero, no voy. A los quince días, si me toca ir y tengo dinero, voy.
¿Cómo te las arreglas estas semanas en que no has trabajado?
Estoy en un ERTE y este mes, gracias a Dios, hemos cobrado. Mi hijo, que también está en un ERTE, me ayuda algo. Mi hija es de las que se conforman con poco. Cuando dice que necesita un pantalón, es porque lo necesita preciso y de verdad. Mi amiga me da ropa de su hija y ella se la pone muy a gusto. En mi casa están enseñados así.
¿A qué tienes miedo ahora?
Creo que esto va a ser un caos. Tengo miedo a empezar a trabajar y no poder levantar la cabeza. Yo, trabajando, aunque no cobro mucho, pero para las dos, para comer, el alquiler, la luz y el agua me viene justo. Voy al economato de Cáritas y eso me ayuda también. La casa la tuve que dar al banco en dación de pago. Me sale todo al revés. Y ahora esto del virus.
Cuando tienes que llorar, ¿a quién le lloras?
A mis padres. Mi madre murió cuando yo estaba embarazada de mi hija y mi padre hace diez. No tengo hermanos. Pero me aclamo a ellos. Ya ves. Me gusta andar porque así me despejo. Voy con una amiga y ella también me deja veinte euros si lo necesito.
¿Piensas en el futuro?
No sé qué haré si esto sigue así… Que me gustaría tener una economía mejor, sí. Solamente poder pagar. Si pudiera comprarme algo, también, claro, pero… solo pienso en poder pagar y que coman mis hijos. Viviremos en la situación que podamos vivir. Somos pobres.
Y como despedida, Rosa no tiene ninguna petición, ningún lamento, solo un ofrecimiento “y para lo que necesites, aquí estoy”, agradecida por sentir que le hemos prestado atención, que su situación nos preocupa.