Fundaciones11/10/2024

Paquita Garrido: «Vivir siempre positiva me ha hecho llegar a esta edad»

Paquita, que vive en la Residencia San Antonio de Benagéber, nos cuenta sus impresiones sobre la vida, la sociedad y las políticas que afectan a las personas mayores.

Mujer llena de sabiduría que nos contará sus impresiones sobre la vida, la sociedad y las políticas que afectan a las personas mayores.

Paquita, a sus noventa y ocho años, tiene una voluntad tejida con los hilos del amor universal, de la alegría, el optimismo y de echarle ganas a la vida. Su mirada, de amplio espectro, nos ofrece una visión valiosa de la realidad de hoy y de la de ayer.

De pequeña, siendo la menor de cinco hermanos, su padre le decía que ella era la caporala cuando iban a trabajar al campo y hoy,  con ojos vivos y sonrisa grande, de punta en blanco, con pulseras de todos los colores, pendientes a juego y una cruz preciosa, da respuesta a muchas cuestiones que nos afectan muy de cerca.  

Paquita, el primer día que fuiste a la escuela ya diste muestras de que tú tenías las cosas muy claras.

No veas. Cuando llegamos a la escuela nos pusieron en fila y nos fueron nombrando. Dijeron mi nombre, “Francisca Garrido”, y yo callada. Lo repetían y yo, callaita. Las otras chiquillas dijeron que si que estaba y la maestra me preguntó por qué no contestaba y yo le dije que porque yo no me llamaba Francisca, yo me llamo Paquita.

¿Llevas mucho tiempo en la residencia?

Dos añitos. Antes vivía con mi hija, su marido y mi nieta pero me caí, me operaron de la cadera y ya no pude andar. Primero venía una mujer a ayudarme pero yo decidí que me trajeran a la residencia de San Antonio de Benagéber. Esto fue entre mi hija y yo. También se lo dije a mi hijo pero yo ya había tomado la decisión. En casa no veía ni la tele porque no me gusta nada y aquí estoy tan a gusto. La familia viene a verme continuamente, una sobrina que vive aquí al lado y hasta los nietos.

¿Tú crees que las instituciones públicas, la sociedad y la familia hacen lo suficiente por las personas mayores como tú?

Siempre se ha hecho lo que se ha podido pero ahora lo hacen mejor, procuran hacerlo mejor. La Seguridad Social te hace muchas revisiones y antes no. Es como la casa esta, que va mejorando día a día. No tenemos tiempo de aburrirnos. Vamos a la cocina a hacer madalenas, galletas… Hacemos gimnasia, una libreta, entre todos, para venderla. Pintamos, recortamos, hacemos números, cantamos… Vienen muchas personas a ver a la familia y vienen voluntarias a estar con nosotras y a sacarnos de paseo. ¿Eso, cuándo se ha visto? Han venido hasta unas monjitas, un mes de vacaciones, y se han ido tan contentas porque las hemos querido mucho y las hemos atendido todo lo que hemos podido. Eran muy trabajadoras, hacían de todo. Nos han dicho que volverán porque ha quedado una amistad. Y toda la gente que trabaja aquí, muy buena gente. A los ancianos los tratan muy bien porque son mayores y, como yo digo, cuando son mayores se disparan pero como son mayores los dejamos estar, no hacemos caso. Aquí tenemos siempre mucha faena y todo nos lo enseñan las personas que trabajan aquí, para que veas..  

Tienes una cabeza perfecta y una gran memoria, ¿verdad?

Sí, gracias a Dios. Mira, yo he sido creyente de toda la vida, como mis padres y mis hermanos, y eso es muy bonito. De pequeñita iba a la iglesia con las chicas del coro. Y aquí también lo hago. Vienen a hacer misa. Yo lo que llevo dentro lo saco a la cara, sobre todo con la bondad, con la energía, con la sonrisa. Desde pequeña. Traía el agua de la fuente con mi cantarita y a mi madre no la dejé ir nunca. No consentía que hubiera escasez en la casa. «Todos somos iguales, en el nacer y en el morir y eso me ha hecho vivir siempre positiva y por eso he llegado a esta edad». Nunca me he regañado con nadie. La educación y la palabra de Dios no se le niega a nadie. Unos tienen dinero y otros tenemos alegría.

Eres una andaluza de Jaén que se vino a vivir al barrio de Nazaret de València.

Vine en el sesenta y seis. Con mi marido y mis hijos. Ellos han aprendido el valenciano. Yo no. No he tenido nunca ninguna queja de nadie. Iba al mercado y como veían que yo hablaba castellano, me contestaban en castellano y, entre ellas, hablaban valenciano. Buena gente. Un cura me buscó el piso para vivir aquí porque los padres y él tenían mucha amistad con mi hermana. Pero mi marido hace ya treinta y seis años que murió. Ahora los médicos y los hospitales tienen más adelantos, pero entonces pues no.  

¿Tienes amigas en la residencia?

Fuera tengo pero ya no es lo mismo. Vienen a verme y la señora que me estuvo cuidando también viene cuando puede porque tiene que trabajar. Ha sido como mi familia. Es muy buena. Muchas, como mis hermanos ya se han ido con el Señor. Aquí soy amiga de todas. Las señoras que están bien, como yo, nos llevamos muy bien.

¿Qué echas de menos en la vida?

Solo una cosa, a mi padre y a mi madre porque de lo demás, lo tengo todo. 

La belleza y la ternura de una mujer que invita a la sonrisa y a tomar algunas lecciones de vida. En cualquier momento, a cualquier edad.