Nikita: «Estamos muy agradecidos a Cáritas, se han portado genial con nosotros»
Hace tres años que Artur y su hermano Nikita, vinieron a València huyendo de la guerra en Ucrania.
Hace tres años que Artur, con once años, y su hermano Nikita, con dieciséis, vinieron a València con una amiga de la madre y sus hijos. Un duro camino, decidido por sus padres, para intentar salvarles la vida en una Ucrania bombardeada por sus cuatro costados. Bordeando la frontera con Rumanía, a pie, hasta llegar al punto donde el autobús, fletado por el Ayuntamiento de Burjassot y otros colaboradores trasladaban a familias que, igual que ellos, huían de la guerra.
Es Nikita, en perfecto castellano, quien nos relata el alejamiento de sus padres, de todo lo familiar, el viaje y el encuentro de una nueva familia en el Hogar Mare de Déu dels Desemparats y dels Innocents, que alivia su dolor hasta que el fin de la guerra vuelva a reunir a los cuatro.
«Al principio, —inicia Nikita su relato—, todos creíamos que la guerra terminaría en unos pocos días. Mi padre es militar voluntario, fue a la defensa territorial. A mi madre, médica, la movilizaron y firmó un contrato para hacer su contribución como sanitaria, pero la cosa se puso mal y ya no pudo terminar su servicio como pensábamos, hasta hace poco más de dos meses que ya pudo venir con nosotros. Para poder irse ella, tenían que movilizar otro médico o médica que la sustituyera. A Artur y a mí nos dejó con su amiga Irina y sus dos hijos. Como la guerra continuaba y donde nosotros vivíamos había peligro, y bastante, Irina decidió venir a España y nuestros padres pensaron que lo mejor era mandarnos a mi hermano y a mí con ella. Cuando llegamos a Burjassot todo fue muy complicado. Eran problemas de dinero, de tiempo, de idioma. Empezamos a vivir en casa de una prima de Irina y de su novio, no teníamos la traducción de nuestra documentación y costó conseguirla. Ellos nos ayudaron a dar todos los pasos. Se portaron muy bien. En cuanto se pudo, Artur y yo empezamos en el colegio. Fue poco tiempo y nos dijeron que teníamos que ir a un centro de recepción de menores».
Separados, otra vez de lo conocido, el miedo y la añoranza se apoderó de ellos. Eran tan niños, pero…
«Y ese fue el Hogar, —dice Nikita con orgullo—. Como no entendíamos nada de castellano no supimos si fue Pablo o el Gobierno de Valencia quien nos trajo aquí. Pablo y Lidia vinieron a por nosotros, a recogernos. Estamos muy agradecidos a Cáritas. Se han portado genial con nosotros. Lo han hecho todo fácil y con tanto cariño… Nos ha costado integrarnos porque somos, culturalmente, muy diferentes al resto, pero con el tiempo ha ido mejorando todo. Hemos encontrado muy buenas personas, amigos. Ahora todo está muy bien».
Artur, con un poco más de acento que su hermano, asegura que «el principio fue duro porque no conocía a nadie y no sabía qué iba a pasar».
Hoy da gusto verle en el Hogar, con su madre, su hermano y con Javi Antúnez, educador. Hablan, ríen, juega Artur con Javi, le traducen cada palabra de Javi a Olena, la madre, que disfruta satisfecha.
Afirma Nikita que «Artur, como es más pequeño, aprende muy rápidamente porque su mente es muy flexible. Yo conseguí acabar cuarto de la ESO y aprender el idioma desde cero. He intentado hacer el bachillerato pero no me salió bien. Todavía me fallaba algo el idioma. He acabado un curso de cocina y el curso, nivel 3, de Desarrollo de aplicaciones con tecnología web y esto me ayudó a entrar al de grado superior».
Está muy centrado en los estudios. Asegura que es lo que más le gusta. Le gusta planificar diferentes opciones. Aún está buscando lo que más le pueda interesar. Cuando estaba en el Hogar le llevaron algunas veces a los rocódromos y ahora hace escalada.
«Mi madre, —apunta— también es mucho de estudios. Además de médica tiene las carreras de economía, psicología y enfermería».
Artur nos explica que ya está en segundo de ESO. Estudiando mucho, con la ayuda de Nikita, que va al Hogar unos días a la semana para estar con él. Tiene bastantes amigos. Los primeros meses fue difícil, ahora ya no tanto. Le gusta mucho jugar al baloncesto y hace escalada como Nikita.
«Yo, —prosigue Nikita—, vivo en un piso de emancipación de la Fundación María Auxiliadora. Mi madre está viviendo con su amiga Irina. Ha venido para llevar a mi hermano a Polonia. Allí tenemos amigos y algunos familiares lejanos. La gente de Ucrania que está en este país se están apoyando unos a otros. El idioma es más parecido al nuestro y tiene más probabilidades de encontrar trabajo. La idea es que yo acabe mis estudios y que, en un futuro, me mude a Polonia»
Una historia de supervivencia y superación. La educación, el respeto, la complicidad con la que se miran y se hablan, la madurez y sensibilidad de sus palabras en castellano hacen de Olena, Nikita, Artur y el padre ausente una familia admirable que, como un paréntesis en sus vidas, ha encontrado en el Hogar Mare de Déu dels Desemparats y dels Innocents otra gran familia de acogida.