Modou Kebbeh: «Salí de mi país porque quería una vida mejor»
Modou nos habla del camino "camino largo y penoso" que tuvo que hacer para llegar de su Gambia natal hasta España.
Asombrosamente, en lugares donde la vida es injusta y sin posibilidades de encontrar alguna oportunidad de mejora para muchos de sus habitantes, se encuentran personas con la mente lúcida, el análisis de su realidad certero y el empeño inquebrantable de encontrar un sitio en el mundo que les saque de la no vida.
Y por ahí, en un mundo vociferante, también se encuentran las buenas personas que no son indiferentes al dolor de quien sufre ni a las necesidades de quienes están en esa situación de no vida. Y la combinación de estas dos realidades es la que ha construido la historia del adolescente Modou que él mismo nos relata.
¿Quién es Modou Kebbeh?
Soy un chico de veinte años, de Gambia. Tengo dos hermanos más pequeños y a mi madre. Soy musulmán practicante.
Modou, ¿por qué dejar tu familia, tu hogar y salir hacia lo desconocido?
Salí de mi país porque quería una vida mejor. No había estudiado, no tenía trabajo y así sabía que no podría vivir. Solo hablaba wólof y mandinga, no tenía dinero, pero arriesgar mi vida yéndome de casa era lo mismo que quedarme allí. Fue muy fuerte. Muchos caminos.
¿Fue un largo viaje, una ruta de penuria pero de determinación?
Sí. De Gambia a Senegal, Mauritania, Malí, Argelia, Marruecos y, por fin, España. Es un camino largo y penoso. Un viaje de poco a poco. Había que trabajar en lo que saliera para comer algo cada día y ahorrar para la patera hasta llegar al mar que nos llevó a Málaga. Allí yo elegí ir a València con otros cuatro chicos. Había oído hablar de esa ciudad. Otro y yo éramos menores y nos llevaron a un centro de recepción de menores. De allí a Torrent, “al Pablo”.
En Torrent, el Hogar Mare de Déu dels Desemparats i dels Innocents, “el Pablo” como tú dices, fue el inicio de la vida que querías encontrar.
Cuando entré allí tenía diecisiete años. Fue como si estuviera con mi familia. Descansé. Ellos, Pablo, el director y los demás, me recibieron como si fuera su hijo. Me protegían, me enseñaban… no tenía estudios, no conocía el idioma.
Lo primero, fue empezar a aprender castellano iniciándote, a la vez, a leer y a escribir.
De cero, claro. Todo lo aprendí en el Hogar. Por eso sigo estando con ellos. Con los compañeros también aprendimos a llevarnos muy bien, a trabajar juntos. Yo me esforzaba mucho y pronto empecé con los cursos que me podían llevar a un trabajo. Me ayudaron con los papeles y empecé el curso de soldadura que dura un año. Me gustaba mucho y estaba muy contento. Es lo que le decía a mi madre. Y también teníamos que hacer, como en el piso de emancipación, todo lo que haríamos en casa. Guisar, fregar, limpiar, ordenar… Y te digo una cosa, ellos me ayudaron mucho porque veían que yo estaba haciendo las cosas bien y he querido siempre eso, hacer las cosas bien.
Una vez cumplidos los dieciocho años saliste del Hogar. Ya tenías una buena base para seguir adelante y no estabas solo.
Me llevaron a un piso de emancipación también de Cáritas. ¡Todo es ayuda de ellos! Ahí terminé el curso y empecé a hacer las prácticas en una empresa… que es en la que estoy ahora.
¡Te contrataron!
Sí. (La sonrisa de orgullo y felicidad no cabe en la estancia donde nos encontramos). De prácticas y me contrataron con contrato indefinido. Sí, sí. Trabajamos de ocho a seis, de lunes a viernes, con media hora para almorzar y una hora de comer. Yo como en casa porque vivo al lado del trabajo y el almuerzo me lo llevo para gastar menos.
Pues hablemos de economía. ¿Cómo te distribuyes el sueldo?
Pago mi parte del alquiler del piso y el agua y eso, una parte se la envío todos los meses a mi madre, para comer, para seguir estudiando, un poco para salir con los amigos y para ahorrar. El piso es de los dueños de mi empresa y lo comparto con dos chicos más que estuvieron en el Hogar conmigo. Nos ponen un alquiler muy barato.
¿Sigues teniendo relación con el Hogar?
Sí, voy a todas las celebraciones que hacen. Son como mi familia que vive lejos, pero que está ahí.
Modou, ¿cuál será tu próximo paso?
Estoy estudiando. Quiero sacarme el carnet de conducir. Me cuesta pero estoy ahí, ahí. Pasito a pasito. Mi padre murió hace poco y hablo a menudo con mi madre y mis hermanos. Tengo ganas de verlos ya. Ahora me siento muy bien. Me ha cambiado mucho la vida. También voy a entrenar a fútbol y, a veces, al GYM. Ya creo que seguirá siendo así. Este verano fui a Madrid con los amigos, a viajar un poco, a conocer el mundo.
Y el mundo debería conocer a Modou y a los jóvenes que, como él, solo aspiran a tener una vida de trabajo y dignidad haciendo bien las cosas.