Mila Carrasco: «Nos han dado mucha vida todas las personas que han venido a colaborar»
Mila Carrasco ya ha recibido la ayuda de Cáritas para damnificados por la DANA, donde acudió, quién se lo iba a decir a ella, por consejo de una amiga.
Mila Carrasco ya ha recibido la ayuda de Cáritas para damnificados por la DANA, donde acudió, quién se lo iba a decir a ella, por consejo de una amiga. Fue insegura, pensando que, quizás, no era Cáritas el lugar donde ella debía pedir ayuda. Nada más abrirle la puerta ya se dio cuenta de que había entrado en un mundo diferente. La recibieron con los brazos abiertos, le dieron mucho ánimo y se sintió en casa.
Mila nos muestra el local que hace apenas unos meses era un negocio boyante de Albal. Cuatrocientos metros cuadrados, hoy vacíos, de puertas abiertas para que entre aire y sol, de cristaleras vueltas a colocar con las señales de golpes brutales, de paredes y paneles de separación con rastro, aun, de agua y barro y un frio olor a humedad que cala el alma.
«Este olor no me lo puedo quitar del cerebro», —dice Mila—. «En Cáritas están igual y tienen que trabajar continuamente allí porque va mucha gente».
Mila y su marido, Vicente Miguel, han regentado durante treinta años esta tienda de interiorismo que ahora está en manos de su hijo, con ellos de apoyo experto. Un gran cartel recién colocado muestra el espíritu de sus propietarios: “HEMOS VUELTO. Con más fuerza que nunca para hacer realidad tus proyectos de interiorismo”.
Cerca de aquí la vivienda de Mila y Vicente Miguel. Una planta baja con piso arriba donde viven su hija y su nieto. Vicente Miguel hijo reside, por fortuna, apunta Mila, en Torrent con su familia.
Esa mala tarde del 29 de octubre pasado, cerraron pronto, tienda y la academia de baile que dirige la hija. Ya en casa, escuchan el estruendo del agua y cómo irrumpe, incontenible, dentro de la vivienda. Suben con su hija y su nieto al piso donde faltó un palmo para que el agua entrara.
Miedo a morir, terror a verlos morir a ellos. Como tantas familias.
«Yo he pasado cáncer y he luchado por tener vida y cuando vi que no había manera, yo pedía poder luchar como entonces».
El agua dejó de subir y la desolación del día siguiente no fue nada comparada con el sentimiento de alivio por haber salvado todos ellos la vida.
«Nos hemos quedado sin nada», —afirma Mila—.
Todo lo que es la historia de una familia ha desaparecido y todo el valor de la exposición y el almacén también. También los vehículos. «En mi casa, el agua embarrada llegó a dos metros de altura y aquí, en el local, casi otro tanto. Estuvimos tres días sin comer. Mi nieto lloraba de hambre».
«Quiero decir algo muy importante y es que nos llena de alegría y nos han dado mucha vida todas las personas de España y de fuera que han venido a colaborar. Hemos comido mucho barro y nos han ayudado. No me cansaré nunca de decirlo porque si no hubiera sido por ellos aun estaríamos en el barro. La juventud, y también gente más mayor, han aportado una fuerza tremenda. Eran ellos los que nos traían comida, han arriesgado su salud porque esto lleva microbios, bacterias. Hemos tenido esos abrazos y besos que tanta falta nos hacían. Estábamos tan mal que necesitábamos cariño y esas personas, que no conocíamos de nada, nos lo han dado».
«Hemos vuelto con más fuerza que nunca porque esa fuerza nos la han dado nuestros clientes, que son como familia, por su comprensión. No ha habido ni uno solo que haya anulado un pedido. Hasta ver su reacción, el susto y los nervios que hemos pasado han sido tremendos».
«¿Cómo íbamos a pensar que tendríamos que recurrir a Cáritas?”, —exclama Mila—. «En la empresa hemos pasado épocas malas, como todo negocio, pero en la vida he tenido que pedir. Ahora necesitamos muchas ayudas… para sobrevivir nada más».