Fundaciones23/06/2020

El sufrimiento de la familia

Los compañeros de Proyecto Hombre Valencia retoman su artículo mensual desde su experiencia de trabajo en el mundo de las adicciones.

Cuando nos planteamos la recuperación de una persona con adicciones, fácilmente nos olvidamos de que no es la única que ha sufrido. Los familiares y las personas más cercanas han sido co-sufridores de la adicción y de las conductas de la persona adicta.

Un sufrimiento presente desde hace años y que habrá ido creando un estilo familiar más cercano a lo patológico que a lo saludable, transformando la manera de entender y vivir las relaciones.

Para establecer una relación adecuada desde la que poder ayudar, los familiares necesitan apoyo para recuperarse de ese sufrimiento. La adicción no es un signo de debilidad de la familia, es una realidad que puede ocurrir y ocurre en cualquier entorno y grupo familiar. Las variables que favorecen una adicción son muchas y ninguna familia puede controlarlas todas.

Los familiares no han causado el trastorno, pero si son una parte importante de la recuperación, tienen que elegir entre permitir el consumo, conscientemente o auto engañándose, u oponerse al mismo, tratar de evitarlo y ofrecer ayuda para la recuperación. Esta decisión es muy importante, supone acciones muy distintas que nos pueden llevar a futuros antagónicos.

Es mucho más fácil recuperarse con el apoyo de la familia.

Pero hay que estar preparados para otorgar ese apoyo y tras años de sufrimiento los familiares necesitaran ayuda.

El dolor, el engaño, la manipulación, el miedo, la frustración y ante todo una gran sensación de incapacidad, de impotencia, de no saber cómo hacer.

Una confianza muy dañada, tanto en el familiar como en ellos mismos. Ese es el perfil habitual de las familias de las personas que han tenido una adicción. Todo un torbellino de sentimientos y sensaciones que puede resultar bloqueador, pero del que se puede salir.

Es habitual que los familiares se pregunten en qué han fallado, que se sientan culpables. Pero es difícil ser culpable de la adicción de otra persona, las decisiones siempre las tomamos cada uno de nosotros. Es cierto que los ambientes y entornos influyen, pero no nos obligan, no nos cierran la posibilidad de decidir.

La familia no es culpable, pero si es responsable de las decisiones que toma y de las conductas con las que se enfrenta a la realidad, estas decisiones pueden favorecer la recuperación o dificultarla. El proceso de recuperación no avanza buscando culpables, sino asumiendo responsabilidades.

Para recuperar la confianza han de comenzar por recuperarse ellos mismos. Necesitan descargar el dolor, la angustia y el miedo que pocas veces se ha compartido. Sentirse escuchados y no juzgados, ser orientados y ayudarles a salir de respuestas en bucle que no han funcionado.

El apoyo profesional y de los grupos de autoayuda es fundamental para este proceso que les facilitara responder de forma más eficaz y eficiente en relación a su familiar adicto. Cada familia encontrará sus estrategias, sus mecanismos y su forma de hacer, desde la reflexión, la experiencia con otras familias y el sentido común.

No hay un manual, pero sí unos criterios generales. El primero es trabajar en equipo, equipo con todos los profesionales que nos ayuden.

Pero sobre todo, formar equipo en la familia, entre los padres. Tener planteamientos claros y previamente hablados, no quitarse la autoridad ni cuestionarla delante de la persona que tiene la adicción, no admitir secretos ni encubrir o excusar. Crear una dinámica donde se pueda dialogar todo, pero en el momento adecuado. Y por supuesto, se pueda compartir todo, los miedos, las ilusiones, las esperanzas.

Los sentimientos son poderosos motores, hemos de saber gestionarlos y aprovecharlos para alcanzar objetivos.

El mejor pronóstico para la recuperación es la participación de todos los miembros de la familia.