Cáritas parroquial Castellar se recompone tras la DANA
El equipo de Cáritas parroquial de Nuestra Señora de Lepanto, en Castellar renueva la atención a sus participantes y a las personas afectadas por la DANA.
El pequeño equipo de Cáritas parroquial de Nuestra Señora de Lepanto, en una pedanía, Castellar, pegada a València, está rehaciendo la atención a sus participantes habituales y a los que, tras las grandes pérdidas de la riada de hace apenas unas semanas, acuden por primera vez.
El párroco ya nos relató, pocos día después de la noche que cambió la vida de barrios enteros de bastantes poblaciones valencianas, la movilización de todos los grupos parroquiales, la coordinación con el Ayuntamiento para alcanzar al máximo la atención a las familias que tanto han perdido.
Hoy, mientras el resto de personas voluntarias del equipo y una compañera de Cáritas Diocesana, Ariana, se ocupan de su actividad, serán Rosana Puchades, Sandra Bueno, Carlos Gimeno y Teresa Mocholí, quienes nos relaten su recomposición y la eficacia que están intentando aportar para cubrir las necesidades materiales y psicológicas de las personas tan trágicamente dañadas.
Nos explican Rosana, Sandra, Carlos y Teresa que, a diferencia de otras poblaciones, en Castellar la riada no llegó con mucha fuerza y el daño se produjo porque el agua se estancó a un metro de altura durante horas. Castellar es un pueblo que vive fundamentalmente de la agricultura. Los campos han sido arrasados. La tierra tardará tiempo en eliminar la arcilla que se depositó sobre ella y no le permite nuevos cultivos. No se sabe, a largo plazo, el efecto que va a tener sobre la riqueza, la fertilidad del suelo. Hará falta una inversión muy importante para quitar esa capa de barro que lo cubre todo. Un desastre para la economía y para la ecología. Campos de arroz, naranjos…
Las calles, ahora, están bastante limpias y los enseres de las viviendas a pie de calle ya se han retirado. Hay otros daños pendientes de resolver.
En cuanto pudieron salir a la calle, convocados por el párroco, D. Ángel, se reunieron tratando de organizarse para prestar la mejor ayuda posible.
La gente se había volcado y ya tenían avisos de donaciones de todo lo necesario para afrontar los primeros días de la situación. Camiones enteros que fueron llegando mostraban la inmensa solidaridad de personas, comercios y empresas de todas partes.
Rosana, Sandra, Carlos y Teresa, en nombre del resto de sus compañeras, destacan «la actitud de los agricultores del pueblo que, en los días en los que el ejército no pudo llegar, empezaron a sacar tractores y remolques pasando, una y otra vez, por las calles para recoger los enseres que se iban sacando de las casas conforme las iban limpiando y llevarlos a puntos verdes que se habían habilitado». Iban llegando personas voluntarias que hicieron un papel crucial en la limpieza de plantas bajas habitadas, sobre todo, por matrimonios mayores, para quienes limpiar tanta suciedad y sacar muebles era tarea imposible.
«El ánimo del vecindario ha sido extraordinario, —añaden—. Se apoyan todos entre sí. Se ha visto una unión muy grande. Ha surgido la peor situación pensable y ha sacado lo mejor del ser humano. Son días del pueblo con el pueblo».
Las viviendas han quedado tan destrozadas que pocos vecinos tienen los recursos suficientes para acometer el gasto que se precisa para rehabilitarlas.
Al principio, siguen relatando nuestros compañeros, D. Ángel llegó a un acuerdo con la alcaldesa para que Cáritas y el Ayuntamiento trabajasen juntos desde un punto de ayuda que se abrió en la alcaldía, pero pronto Cáritas volvió a la abadía, su centro de acogida y atención, porque también allí eran necesarias para los participantes que ya venían acogiendo, muchos de ellos damnificados en sus hogares; y para las nuevas familias que ahora se han quedado sin nada. Familias que ya vivían al borde de la precariedad y personas mayores con pensiones muy bajas.
A partir de este presente, apuntan, el grupo de Cáritas necesita recomponerse, plantear nuevos retos para abrir los brazos a todo el dolor y la necesidad que se han generado. Para ello cuentan con el apoyo de Sabina, coordinadora de la Vicaría 1, a la que pertenecen.
La gestión de ayudas públicas es lo primero que se acometió, seguido de las de Cáritas. Todo con rapidez por la colaboración de Sabina y Ariana.
La situación de la vivienda y cómo están viviendo muchas familias, bastantes con niños pequeños es indescriptible. Y sin saber cuándo llegarán las ayudas.
Ángel hace saber en cada una de las misas que celebra que Cáritas está abierta para las familias dañadas por la riada y necesitadas de ayuda. «Que nadie se quede sin saberlo».
Cuentan con el apoyo de psicólogos voluntarios que prestan atención, primero al voluntariado del equipo, para que sepan cómo deben afrontar la acogida a personas que lo han perdido todo, y también, si fuera necesario, a esas personas en una situación tan inesperada como complicada.
Tremendo el gran corazón de Cáritas, incansable su motivación para estar al lado de un prójimo tan desvalido como estamos viendo estas semanas marcadas por la tragedia.