Agentes de Cáritas14/04/2025

Amparo Nadal: «El Señor me está dando más de lo que doy yo»

Amparo lleva ocho años de voluntaria donde ejerce como directora en su Cáritas parroquial de Cheste.

Amparo Nadal lleva ocho años de voluntaria y Dios se lo ha puesto difícil desde que dijo sí para, por poco tiempo, ejercer de directora en su Cáritas parroquial de Cheste. Primero fue la pandemia, tiempo complicado. El párroco le aseguró que el Señor la ayudaría, al tiempo que le pidió que estuviera al frente del equipo hasta que encontraran a una persona que se hiciera cargo.

Pasaron los meses, llegó otro sacerdote, después otro y ahí sigue Amparo, dando lo mejor de sí misma, como voluntaria y como persona con empuje, con alegría. Ahora la DANA la ha vuelto a poner a prueba y, junto a su equipo y la parroquia, ha llegado a cada punto del pueblo donde se ha encontrado un hogar destruido, una familia conmocionada.

Amparo, como su marido, es agricultora de profesión. Sus dos hijas se dedican a la enseñanza y todo el tiempo que puede recoger va para Dios. 

En su equipo de Cáritas son siete personas voluntarias. Tres de ellas con mayor dedicación y, el resto, cuando su trabajo se lo permite, pero sin restar interés a su labor en Cáritas.

Cuenta Amparo que «en esos días de la DANA, esa lluvia intensa que no paraba, tuvo a todo Cheste incomunicado, sin saber lo que pasaba en el mundo, durante tres días. El bando del Ayuntamiento recomendaba no salir de casa ni coger vehículos. Yo estaba con mi familia, los cuatro juntos, pero sin luz ni teléfono».

El desbordamiento del barranco del Poyo se llevó los tres puentes que dan acceso al pueblo. Ayuntamiento, cazadores, agricultores y quien pudo, se echaron a la calle para habilitar un camino rural y poder salir y entrar al municipio. En el centro del pueblo, el agua llegó a metro y medio de altura. Y de llover, no paraba. 

«A los quince días descubrimos en Cáritas que había casas habitadas en medio del campo y ahí no había quedado nada, —añade Amparo—. Hemos tenido siete personas fallecidas y una chica desaparecida.  El helicóptero de la policía fue sacando personas de las terrazas y los tejados. ¡Lo que pasarían esas personas!—.

La agricultura también se ha visto muy dañada. Campos enteros de naranjos arrancados de cuajo. «En tres vidas no arreglamos lo que se nos ha hecho», —nos dice—.

«Como Cáritas no se da publicidad y siempre se trabaja en silencio porque hacemos evangelio, estamos haciendo todo lo que podemos sin parar, sin perder el tiempo», —explica—.

Sigue Amparo relatando que, «tras hacer las acogidas, fuimos a visitar cada casa afectada y dependiendo de las situaciones actuamos de una manera o de otra. Hemos vivido muchos dramas. Y hemos visto también cómo familiares, amigos y desconocidos se han volcado en reponer suelos, fontanería, electricidad, azulejos… Hemos visto llorar a hombretones y agarrarse a nuestro cuello».

«Sin Cáritas Diocesana, —afirma—, las Cáritas parroquiales no podríamos haber hecho mucho. A nosotros esto se nos iba de las manos. Las primeras compras que hicimos las pagó la parroquia. Y ya, Mariado Gandía, la coordinadora de Vicaría, entró entre nosotros como la DANA. Dijo «Amparo, lo que haga falta». Habremos dado más de cien neveras, lavadoras, ropa de abrigo, de casa… A un ganadero muy importante se le han hecho destrozos descomunales y el ganado consiguió escapar y subirse a los altos de los montes. Así los animales salvaron la vida».

«La mano de  Dios la hemos visto en cada momento. Cuando ya no sabías de dónde sacar, nos llegaban ayudas de cualquier parte. Primero fueron botas de agua, impermeables, cepillos… para sacer el fango de las casas. El agua se había ido, pero el fango se quedó. Después llegaron productos de limpieza. Lejía… lejía… lejía… Y agua. No teníamos ni para beber porque no habían quedado tuberías. Y, por supuestísimo, llegó todo tipo de alimentación. ¡Gracias a Dios! Un familiar me dejó las llaves de una nave que tiene en el polígono. Le dije llorando: «ven aquí que te voy a dar un abrazo más grande que todos los de España». Ahí lo metimos todo y empezamos a repartir con la ayuda de los primeros chicos que ayudamos, los de las casas de campo», —nos detalla—.

«El Señor me está dando más de lo que doy yo, —afirma llena de emoción y de agradecimiento—. Nos buscamos dos personas que nos sirvieran de enlace con el resto de personas que vivían fuera del pueblo y así pudimos llegar a cada familia damnificada. ¡Hemos tenido también muchas lecciones de humanidad! Habré repetido de veces: «estamos aquí para ayudar y no tenemos colores de ninguna clase, solo el de Dios». Ahora seguimos dando alimentos y ropa de cama, toallas… Y, también gracias a Dios, hay familias afectadas de la DANA que no quisieron coger ni pedir nada. Decían que se lo diésemos a quien le hiciera más falta. Esa era la frase de personas que están dentro de la Iglesia. Con un sentimiento que no veas».

«La asociación de agricultores también nos dio dinero. Recibimos una transferencia importante de una persona italiana y otras  donaciones que han sumado mucho. Hoy tenemos una pequeña normalidad. Ahora está la carpintería, pintura, electricidad y fontanería. Dentro de las casas queda bastante faena. Todo se ha puesto provisional. Y ahora Cáritas ya está dando para los negocios y los autónomos. Mariado, una vez a la semana,  tramita la documentación y va recibiendo facturas. Y Cáritas está trabajando para que esa ayuda no se tenga que declarar en Hacienda».